En esta entrega volvemos a contar con la colaboración de S.T.A.R., quien creemos que no necesita presentación. Os dejamos con su artículo de opinión.
ALGUNOS DE MIS MEJORES AMIGOS SON GAYS, NEGROS, COMUNISTAS Y MASONES
(PERO TODOS ELLOS LEEN MAGAZINE ZX)
Ronald Reagan, fallecido expresidente de los EEUU, dijo una vez que un hippy
es una persona que habla como Tarzán, que tiene apariencia de Jane y que huele
como Chita. Nunca he acercado lo suficiente mi protuberancia nasal a un hippy
como para poder aspirar su aroma pero supongo que el bueno de Ronnie debería
referirse tambien al doble juego de palabras en el uso del verbo 'oler', de la
misma forma que en nuestro país podemos decir cosas como 'este juego apesta'
cuando es óbice que durante su manufacturación no ha sido tratado para
provocarr ningún tipo de efecto olfativo. O eso me gusta creer.
Entonces si un hippy huele como un chimpancé, que algunas visitas al zoológico
su aroma real nos confirma que, efectivamente, los primates huelen a rayos,
debe interpretarse (si lo tenemos en consideración) como una metáfora,
refiriéndose a que el estilo y comportamiento de un hippy molesta al entorno
social, y al político tambien, tal vez.
Quizás quien firma este artículo huela metafóricamente como un hippy pero no
creo que su comportamiento, que no dudo que sea ofensivo y grotesco para
algunos, sea tan relevante como para destacar y posicionarse por encima de la
media y respetarse como una claúsula generalista, la de la globalización
total, de planteamientos de aldea mundial, de movimientos siempre
políticamente correctos y de impersonalización estudiada, con lo que creo
lícito definir al entorno como hippy más que al individuo firmante, que
interpretado como definición bienquerida en aspectos e intenciones un poco más
arriba apuntados, ser hippy es algo bien visto y hasta diría yo que
recomendable por y para algunos. Pero son hippies, y para mí, como para
Ronnie, huelen a mono.
Disentir ante cualquier opinión es un ejercicio penado, ser autor intelectual
de cualquier propuesta se acompaña de un vale canjeable por una letra
escarlata bordada a fuego en la frente. No seré tan simplista como para decir
algo al estilo "ir en contra de", eso queda feo, amenazador y agresivo, sólo
que, para que se me entienda, vivir en un chiquero el aroma es algo subjetivo
en relación al lado de la valla donde uno resida. Apuesto a que Tarzán no se
quejaría de los efluvios de Chita, los encontraría corrientes, habituales, en
una palabra sentenciosa, normales. Pero eso no quita que el dichoso primate
siguiera oliendo a rayos, de verdad.
Dentro de este ambiente de términos hasta ahora insólitos y socialmente
bienaventurados por bandera, yo a mis amigos negros sigo diciendo que son
negros y que los que son gays siguen siendo gays, ni los primeros son
"personas de otra etnia" ni "personas de color" ni los segundos son "personas
homosexuales" ni "individuos de sexualidad recíproca", ellos mismos son los
primeros en ofenderse si alguien les define con verborrea y enmascara su
auténtica condición. Si no fuera así, para un negro cualquier europeo sería
una persona de color, y para un gay, un hetereosexual sería una persona con
tendencia sexual desviada. Las cosas por su nombre, que por eso gozamos de un
vocabulario rico y variado.
¿Pero tan importante es la diferencia entre decir 'negro' y 'persona de
color'? Pues miren, más que importante en la forma de decir me gustaría atinar
más y valorar la importancia en la forma de escribir las cosas. Las palabras
tienen significado, una perogrullada evidente, sí, pero a menudo es ese
significado intrínseco el que se hace prevalecer sobre el orden de la sintaxis
figurada, que si bien ésta se emplea instintivamente en el lenguaje hablado,
encuentra réplica exacta en el lenguaje escrito cuando este pretende ser un
obligado sustituto al verbo sonoro.
Textos aparecidos en esta su publicación, Magazine ZX, tambien han sido
filibusterados por ese batido de aroma de mono y lectura distorsionada, y lo
volverán a ser porque no podemos huir de esta cinta de Moebius que es tratar
la escritura y su interpretación precisamente desde un medio escrito. Por
cuanto uno escribe, la gente no lee, más bien traduce las letras en sonidos,
los textos en palabras y se los hace llegar a su oido interno como si
previamente hubieran pasado por un pedal distorsionador, haciendo como que el
lector entienda lo que le viene en real gana, tanto en contexto como,
atención, en tonalidad, que hay casos en los que hay para orinar y no echar
gota.
El medio escrito es limitado para reproducir expresiones. Salvo que se
combinasen diferentes tipografías y se adiestre al lector a correlacionar
tipos con efectos y/o entonaciones, hoy por hoy cualquier texto se tiene que
interpretar, al menos partiendo con la presunción de inocencia, como un texto
enunciativo. Lógico ¿verdad? Pues para un preocupante alto porcentaje de
población parece que no es tan lógico. Lo que yo le diga.
Mientras se siga la linea todo es correcto, pero ay de aquel que duda, expone
una alternativa que no es la linear, y no digamos ya si declara que no acepta
lo hasta ahora aceptado, aún cuando lo suyo siga siendo aceptable. No es el
desvío ni la independencia lo que provoca desmanes y aspavientos, no, es esa
destartalada conexión que entra por los ojos, viaja a través de la red neural
y llega hasta el cerebro la que interpreta como Pedro por su casa lo que el
escribano había expuesto. Y cada espectador recibe una emisión diferente, el
sueño de toda cadena televisiva hecho realidad, inmaterializable, por
desgracia (o por fortuna) pero abstractamente sustancial, está ahí.
Si a esta percepción (o perversión) innata de las cosas le añadimos el aroma
de mono, la mesa ya está servida, conseguimos una delicatessen en su punto. En
el instante que en el escrito sale una palabra moral, ética o políticamente
cuestionable, no se preocupen, Murphy entra en juego y el lector interpretará
la peor acepción que se pueda encontrar. En el momento que en el conjunto se
perciba cierta agresividad (real o ficticia, aquí el aroma de mono puede
llegar a perturbar severamente) el mensaje inmediatamente será interpretado
como una ofensa, una afrenta si me apuran.
¿Enfermedad del siglo XXI? ¿Efecto colateral de la sociedad de la información?
Para nada, ésto existe desde siempre, sólo que ahora es cuando se populariza y
se dispersa, sino, vengan, recuerden ese divertido chiste que decía algo así
como:
Entra el profesor en el aula y les dice a los niños:
-Chicos, hoy va a venir un inspector del Ministerio de Educación, así que ya
sabeis, portaros bien, responded a todo lo que se os pregunte y ser educados,
no la armeis, que os conozco.
-Sí, señor profesor -responde toda la clase al unísono.
Al cabo del rato entra el profesor acompañado del inspector, y este se
presenta:
-Hola, estoy aquí para comprobar como está el nivel escolar, y para ello
llevaré a cabo un sencillo experimento que consistirá en que al primer niño, a
este que está sentado delante de todo, le diré al oido una frase y él se la
pasará al compañero de al lado, y este al de al lado, y así sucesivamente. Al
final preguntaré salteadamente para ver lo que le ha llegado a cada niño, que
ya vereis como va cambiando la cosa.
El inspector se acerca el primer niño y le dice la siguiente frase:
-Los Reyes Católicos tuvieron una hija que se llamaba Juana y que se volvió
loca, por eso la llamaban Juana la Loca.
Los niños se van susurrando al oido la frase y se la van pasando hasta llegar
hasta el que está sentado detrás de todo.
-Bien -dice el inspector- veamos como ha ido la cosa. A ver, tú, la niña de
las coletas. ¿A tí que te ha llegado?
-Pueeeesss... a mí me ha llegado... que habían unos reyes que estaban locos y
que tenían una hija que se llamaba Loca y que se estaba volviendo Juana.
-Vaya -dice el inspector- como cambia la cosa, como cambia... A ver, tú, el
chaval que está sentado detrás, ¿a tí que te ha llegado?
-Sí... erg... a mí me ha llegado... erg... que había la Juana que... mmm... no
estaba muy católica porque estaba volviendo locos a sus padres.
-Ya, ya veo -comenta el inspector- ¿Y a tí, al que está sentado al final de
todo? ¿A tí que te ha llegado?
-No se lo digo que me pega -dice el niño que está sentado detrás de todo.
-No hombre, aquí no estoy para pegar a nadie. Dinos que te ha llegado, que a
fin de cuentas es lo que te ha pasado tu compañero de al lado -le dice el
inspector.
-No, no se lo digo porque me pega a mí y a mi compañero tambien.
-Venga, niño, no seas tonto, dinos que te ha llegado de una vez, hombre!
-Pues a mí... a mí lo que me ha llegado... a mí me ha llegado que este
inspector es un desgraciado que con tantas coñas nos está jodiendo la hora del
recreo.
De risa ¿verdad? Lo es porque como todo chiste juega con lo absurdo, da la
vuelta a una situación que parece controlada, y sobretodo divierte porque,
fíjense que ironía, se ve desde fuera, que desde dentro, tsk, tsk, no tiene ni
la menor de las gracias, maldita sea.
Cuando desde estás páginas uno expone su opinión, cuando uno escribe en un
medio público, ese uno cuenta con el riesgo de convertirse en ese pobre
inspector del Ministerio de Educación, el desgraciado que con tantas coñas
está jodiendo el recreo a los niños, y les fastidia porque están oyendo lo que
no quieren oir, y ya no digamos si bajo el Minipymer metemos la interpretación
distorsionada, que el efecto sería repugnantemente similar al de lanzar
excrementos a un ventilador en marcha. Los hay como la niña de las coletas que
interpretará el texto con neutralidad y asepticismo, no le provocará ni frío
ni calor, puede darse el caso que todavía asienta y respalde al pobre
inspector, pero tambien siempre habrá, palabrita del niño Jesús, ese o esos
que le darán la vuelta a la frase o texto original y se comportarán como
tiburones dando vueltas y más vueltas alrededor del tema principal, mordisco
por aquí, mordisco por allá.
Esta situación me recuerda otro chiste sobre tiburones, colchonetas y bañistas
despistados, pero creo que ya les he mareado bastante por hoy. No hace falta
pedirles que interpreten este texto como les apetezca, eso es algo que el
lector medio hace con pasmosa facilidad.